miércoles, 23 de septiembre de 2020

Querido Diario: (10)


¿Puedo confesarte algo?
Recaí en el vicio del tabaco y el alcohol después de haberlo dejado de lado por un tiempo.
Es... Raro, ¿sabes?, porque creí que ya lo tenía dominado o algo así, pero parece que solo estaba haciéndome la fuerte, porque me gusta mucho sentirme mareada, desconectada, sacando humo por la boca como un dragón, perdida de todo lo que soy en verdad.
Quizás, como dirán ahí, estoy tratando de alejarme de la realidad porque no me gusta cómo la estoy llevando y por medio de éste mecanismo de defensa es como lo estoy consiguiendo.
Tal vez sea un poquito, poquitito cierto.
Ahora, que ya llevo una semana y días sin alcohol ni tabaco, me siento vacía...
Pero no me importa.
Ya nada me importa.

Hace poco, tal vez un par de días antes de escribir esto, tuve un sueño al que no sé si clasificarlo de «maravilloso» o «intrigante», pero me atrevería a decir que ha sido de los mejores sueños de mi vida.
Me encontraba en un lugar amplio (al principio), era como una bodega oscura, veía una puerta grande abierta de la cual entraba una luz brillante. Caminé hacia ella y salí a una enorme playa de arena blanca (cosa que jamás he visto en persona), no hacía calor ni frío, no habían palmeras, no habían personas, nada... Solo era el cielo, el mar, la arena y yo. Me sentía cómoda, las aguas del mar estaban tibias y calmas, el cielo era claro y tenía algunas nubes, el sol no daba tanto calor como para sentir que quemaba... Era perfecto.
Me senté sobre la arena, frente al mar, con los pies en el mismo. En mi mente resonaron recuerdos de mis vivencias en una playa de arena negra, sostuve mi cabeza con una mano y dije:
«Sería bueno que alguien estuviera aquí conmigo».
En ese momento recordé que llevaba conmigo mi celular, comencé a llamar a mi familia y a mis amigos... Pero nadie contestó. A medida que cortaba las llamadas que atendía la contestadora, el mar y el cielo se partieron por la mitad de forma vertical. Una parte seguía clara, soleada y calma, la otra empezó a oscurecerse, volverse tormentosa y agitada. No lo entendía pero, a pesar de la confusión que eso me causaba, no quería irme de ahí. Me sentía bien, estaba tranquila aunque sabía que esa parte lluviosa del paisaje podía hacerme daño.

Creo que tenía razón... Sí necesitamos de otro tipo de contacto humano que no sea el familiar u otro círculo cercano. Nuestra actual forma de vivir tan rutinaria nos está haciendo añicos la existencia.
Y claro, hablo por todas las personas que hemos estado respetando el confinamiento al pie de la letra... Y también por personas como yo que tenemos pocos amigos.
Hablando de eso, he estado «perdiendo» a muchas personas por decisión propia, es decir... Sí, yo suelo apreciar mucho (muchísimo) a toda aquella persona que quiere entrar a mi vida pero... Ya me cansé de quienes quitan y no aportan. ¿A qué me refiero con esto?, son esas personas que solamente buscan algo en mí (ya sea comprensión, apoyo, cariño, etc.) pero que no lo devuelven, ¿se entiende? Desde hace casi cuatro años... Espera... ¡Sí!, ya van a ser cuatro años en diciembre (dios mío, cómo vuela el tiempo), he sido una persona estrictamente recíproca. Creo que muchas personas que me conocen bien, lo saben y... Están esas otras personas a las que les importa un comino y que, ¡agh!, se ponen a hacer drama cuando les recalco lo sucedido o bien, se hacen las víctimas; que es mucho peor.
Algunas cosas que he odiado en buena parte de mi existencia son las mentiras, la victimización y la falta de autoestima/seguridad... Y sí, las odio porque las experimenté y jamás volvería a pasar por ese maldito camino. Por esto es que, aparte de dar mi amistad, trato la manera de ayudar a los demás a conciliarse consigo mismos y tomar el camino del «bien» pero solo lo hacen aquellas personas que sí están conscientes de que deben cambiar constantemente, los demás solo se quejan, se victimizan y se alejan... Para volver al cabo de un rato.
Y ya me cansé.
En serio.
Es cierto que cualquiera podría decirme: «Lies, ¿y tú no piensas cambiar tu perspectiva al respecto?» y claro que lo he hecho, incontables veces. Nadie se queda despierto hasta las siete de la mañana escuchando como la otra persona se queda dormida, nadie está en silencio por cuatro horas mientras la otra persona habla de sí misma y de su ego sin dejarte decir nada mientras te estás muriendo de sueño, nadie hace cambios en su horario de trabajo o estudios para poder salir/ver a otra persona y mucho menos atraviesa media ciudad para poder verse sin que se lo reconozcan. He hecho cambios, he hecho sacrificios, he hecho muchas cosas por esas personas pero, realmente, no lo valoran y ni les importan.
¿Tú te sentirías bien después de hacer cosas como estas para que no te las agradezcan después?
Es decir, tampoco te tienen que hacer un desfile o darte un gran regalo para agradecerlo pero, con un pequeño «gracias» o un minúsculo gesto, como una sonrisa, es suficiente.
Ah... Pero igual, no gano nada quejándome de esto.
Al final lo hice y ya.
Y ya.

De igual manera, me asombra eso de que ahora he tenido más facilidad para escribir, a sabiendas de que tendría que aprovechar estas letras para hacer mis tareas de la universidad... Pero, ya sabes, no me importa en absoluto.
Es mi costumbre: dibujar, escribir, dibujar, escribir, dibujar, escribir y así por los siglos de los siglos.
Y creo que eso de que no me importe nada también se va a volver mi costumbre.
Quién sabe.


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