miércoles, 17 de diciembre de 2014

[Sin Título]

Muy buenas criatura terrenal. Espero te encuentres muy bien y disfrutando de estos últimos días del mes de diciembre. Un mes muy bonito, ¿no? Frío, nostálgico, lleno de festividades y demás cosas que cada humano le da. Es algo muy curioso eso, el que cada humano le da un significado a sus días o bien al mes y demás.
Quiero agradecerte porque el blog ha alcanzado ya las quinientas ochenta visitas y continúan creciendo. Me han leído-visto personas de varios países de América Latina -aparte de mi Guatemala-, España, Francia, Alemania y Estados Unidos. ¡Increíble! Jamás me imaginé quizá pasar por los ojos de personas de otros países y eso me hace muy muy feliz. Gracias, de verdad.
Sé que he dejado el blog un tanto sin «nada» por bastante tiempo. Pero bueno, seguiré como siempre con esa «mentirilla»: intentaré publicar con más continuidad.
Al igual que hubieron muchas entradas que eliminé [quizá te diste cuenta, quizá no] pero, ¡ya que!
Mejores cosas están por venir.
[Por cierto, recomiendo que leas esta entrada escuchando a edIT, adoro su música].

Bien, hoy día abarco una entrada más con un tema que me ha tenido pensando mucho una y otra vez. Y es gracioso puesto que no encuentro que nombre tiene o que nombre otorgarle a eso, ya que me es un tanto difícil tratar de juntar todos esos pensamientos en una sola palabra que lo defina [es por eso que la entrada de hoy no tiene título, el título común y raro de todas mis entradas].
Hace un tiempo [una semana tal vez] una amiga me llamó muy alterada diciendo que un conocido había sufrido un accidente automovilístico y ha estado hospitalizado desde ese momento. Yo no sabía de que forma reaccionar, intenté llamarle al celular, le hablé por chat, hice de todo para tratar de afirmar lo que estaba ocurriendo... A los pocos días ella me dijo que él había muerto. No le creí. Pero ella ha continuado, desde entonces, con la idea de que él está muerto; no hay fuerza sobrenatural existente que le quite esa idea de su cabeza [y según yo sé, él continúa con vida].
Ese suceso me ha puesto a pensar sobre lo «mentirosos» que podemos a llegar a ser hasta con nosotros mismos o como se puede «alterar la realidad» para nuestro beneficio o como sea.
Es algo muy extraño y fascinante [para mí] porque así se vuelve a reafirmar esa vana idea de: «todo es mental» [claro, hay muchas cosas que no lo son], pero muchas de ellas pueden generarse a partir de una mentalidad.
La mentalidad del ser humano.
La forma de pensar de cada persona.

Es algo que se puede experimentar en y con cualquier persona, yo me he puesto a experimentar con ello de igual manera.
Por ejemplo: Hay una persona [hombre o mujer] que dice a los demás «he tenido muchos problemas con cada persona que me rodea, todos me dejan siempre a solas, las cosas malas siempre me pasan a mí y no tengo a nadie que me ayude», sabiendo muy bien que es una TOTAL mentira, ya que se sabe muy bien que NO está pasando por eso y que, simplemente diga cosas así o relacionadas, es sólo para llamar la atención de los demás.
Pero aquí viene la «vuelta de la carta».
Esa persona cree que todo lo que dice es verdad. Esa persona NO se va a retractar de sus pensamientos, ya que según esa persona, todos están en su contra, todos le irán a hacer un daño o nadie le brindará ayuda cuando lo necesite. Tiene miedo y no quiere eliminar esa idea de su mente. No desea salir de esa «zona de confort» [aunque no creo que sea cómodo tener que vivir con esa idea, siendo sincera, puesto que siempre hay más de una persona que brinda ayuda].
Si se dice una mentira o se altera la realidad y esa alteración o mentira se mantiene por un tiempo [sea largo o corto], la persona que lo dijo se va a creer eso; no importando como, pero lo hará.

Bueno, ese es un ejemplo en cuestiones de autoestima, actitud o lo que sea de una persona.
Ahora también debemos pensar en las situaciones cotidianas [sean acciones y pensamientos].
Un ejemplo muy claro de lo que me refiero es el «Condicionamiento pavloviano» [si lees lo que está en la página del enlace me entenderás].

Es algo que me parece muy fascinante, ya que estudio Psicología, porque con el condicionamiento podemos ser nuestras propias «ratas de laboratorio».
Un experimento fácil -que tiene repercusiones físicas igualmente- es este [lo he aplicado en mí]: cuando estoy escribiendo y de pronto veo la hora [sea en la noche, 7-8 pm] sé que es hora de cenar, en ese instante empiezo a imaginar sobre qué puedo comer, por lo tanto empiezo a salivar y mi estómago empieza a «gruñir», tengo hambre y no puedo esperar por llenar mi estómago con comida.
¿Te ha pasado alguna vez? Se ve interesante, ¿no crees? Puedes intentar con otro tipo de situación cotidiana si gustas y contarme tu experiencia en los comentarios.
Puedes escuchar una canción y sentirte a gusto, como puedes escuchar otra y detestarla; cuando la escuchas en un lugar público, te retraes ya que la detestas. Lo mismo sucede con la comida, los lugares y muchas otras cosas [hasta personas]. Pero no siempre puede ser el «gustar/detestar», algunas veces te entristece, te hace enfurecer, te hace sentir «mal» y demás relacionados.

Yo siempre me he admirado por la capacidad que tiene el cerebro humano para poder asimilar millones y millones de acontecimientos en cuestión de segundos, al igual que muchos pensamientos -como dije anteriormente- también tienen repercusiones físicas y viceversa.
La mente humana es algo asombroso, quizá podría ser como un mundo o quizá no uno, si no muchos o bien podría llegar a ser hasta un universo entero.
Cada día, la vida me deja más y más asombrada por tan maravillosa que es. La vida, el mundo, las personas, el Universo. Todo. Porque todo lo que nos rodea tiene muchos secretos que deben ser descubiertos por cada uno de nosotros.




Y eso es todo por hoy, muchísimas gracias por tomarte tu tiempo para leer. 
Espero tengas un buen tiempo paseando por ahí. Nos leemos pronto, ¡hasta la próxima!

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