sábado, 25 de mayo de 2019

¿Qué te mueve, Jannelies?

Buenas buenas, criaturas terrenales.
Es un gusto, honor, placer, volver a pasar por aquí. Ya se sabe, es necesario aprovechar el tiempo libre que se tiene y también hay que sacarle el jugo al encierro, al agridulce encierro.
Sé que últimamente me he estado volviendo más egocéntrica de lo normal en las entradas que hago  (que todo lo que está en éste blog no tiene que tratar en general sobre mí y se sabe bien) pero... No sé bien si decir que tienen una razón de ser o no o... Bah, no tengo idea en absoluto.
Pero igual, creo que voy a hacerlo para dejarme en claro ciertas cosas.
Me gusta mucho escribir para aclarar mis ideas y qué mejor que hacerlo aquí, en un blog que nadie busca y que, si llega a tener visitas, es por las imágenes que pongo en él.
Así que bueno, creo que ya es mucho para una introducción y explicación de lo que se va a tratar ésta entrada. Prepárate, porque esto es:

Otro Triste Pedazo de la Vida de Jannelies.
.
.
Número 7
(?????)


Creo que ya debes saber que, uno de mis mayores hobbies, pasatiempos, entretenciones, pasiones, formas de ganarme la vida (¿) es el dibujar.
Es muy obvio, de eso mismo se trata éste estúpido blog.
Pero bueno, la cosa es que... Más o menos desde que empecé con la idea de querer dibujar, haciéndolas de copycat con los dibujos que solían hacer mis primos, me dije que iba a mejorar no importando lo que pasara.
Y así fueron pasando los años.
Uno a uno.
Uno tras otro.
Me gusta explicarle a la gente que empecé al revés.
«Deformando» la realidad, una realidad que no tenía bien concebida todavía.
Me gustaba hacer pequeños cómics o doujinshis (con los nombres y tramas de las historias bastante cambiados) para darles vida a todos esos mundos fantasiosos que habitaban en mi cabeza, en la cabeza de una niña de 9 años que pasaba la mayoría del tiempo encerrada en casa.
Adapté muchísimos estilos de anime que veía para crear uno propio; solía ver animes como Shakugan no Shana, Shugo Chara!, Nanoha, Higurashi, Mermaid Melody, Elfen Lied, Lucky Star, Sankarea, Mirai Nikki, Zatch Bell, Medabots, Digimón, Blood-C, Another y demás nombres que puedo mencionar.
Me gustaban mucho las historias donde hubiese magia, muerte, misterio, cosas paranormales, criaturas extrañas, situaciones fuera de lo común, viajes en el tiempo y esas tonterías que puedo englobar en el Gore y Sci-Fi.
En ese entonces, comencé con la costumbre (que aún conservo) de tener un cuaderno de espiral tipo «universitario» en el cuál hacía dibujos detallados y grandes de los personajes principales de mis cómics.
Al llegar a la edad de 14 años, por motivos de estudio y demás, dejé de tener tiempo para hacer los mentados cómics y simplemente me dediqué a dibujar cosas variadas en los cuadernos que mencioné antes, usaba uno durante un año entero.
En el lapso de alcanzar los 16 años, ya que no podía hacer historias y dibujar, me decidí por separarlos pero mantenerlos unidos... No sé si se entiende la idea, pero... Bueno. Fue cuando empecé a escribir mi primer libro: «Una Mínima Esperanza» (del cual espero poder hablar un día a todo detalle, que de verdad me muero por hacerlo).
Hubo un tiempo en el que... Se podría decir que empecé a dudar sobre dibujar, si eso me iba a llevar a alguna parte, si me iba a servir de algo en el futuro, si a alguien tan siquiera le iba a gustar lo que yo hacía; es cierto que a mis pocos amigos y a mi familia les gustaba lo que hacía, pero no sentía que tuviese el apoyo que necesitaba y quería. Llegué a la conclusión de que solo lo hacía por diversión, por que quería buscar la atención de la gente y quizás, alguna vez, llegar a tener a alguien que se proclamara mi «admirador» o «fan».
El tiempo siguió su curso y con él, dos golpes que me terminaron partiendo en pedazos.
Debo admitir que, aunque consideraba el dibujar como pasatiempo, me era como la más efectiva de las terapias. Siempre he tenido problemas para expresarme, no porque no me enseñaran a hacerlo, al contrario, pero soy bastante mala a la hora de expresarme teniendo a alguien enfrente (eso explica las finalidades del blog en su totalidad).
Gracias a que pues, usé como terapia el dibujar, dejé de lado el dibujar al estilo «anime» y me empecé a enfocar más en dibujos un tanto más «realistas».
En vez de llorar, dibujaba.
En vez de encerrarme todo el día en mi habitación, salía a dibujar al patio.
En vez de sentirme mal por recordar mi pasado, dibujaba.
En vez de hacer cualquier cosa que me causara daño, prefería dibujar.
2015, junio, en menos de un mes cambié drásticamente mi forma de dibujar y me sentí a gusto con eso. Era como si hubiese entrado a otra fase de mi vida en la que todo iba a ir mejor.
Y así fue.
Me di a conocer un poco más por mis dibujos, la gente me halagaba por lo que hacía, habían personas que hablaban de mí a los demás y estaba recibiendo ese apoyo que tanto necesitaba.
2018, me había partido en dos al dibujar.
Tenía ese estilo «realista» y un estilo más caricaturesco que terminé dividiendo en otro montón más.
Estaba a gusto con ello.
Con todo lo que hacía.
Lastimosamente y para la mayor de mis desgracias, perdí al pilar más grande que tenía. Una de las personas que, muy a su manera, me daba el mejor de los apoyos.
Debo admitir que su ausencia me afectó de tal manera que estaba perdiendo el camino que llevaba, me dejé cegar de más por mi tristeza.
Mucha gente diría: «qué ridiculez, qué dependiente eres, algo mejor va a llegar».
Y pues, gente, yo no funciono así.
Cuando una persona me hace bien le tomo muchísimo aprecio (amor, vaya), me quedo eternamente agradecida por todo lo que hace por mí y hasta puede decirse que genero una fuerte admiración hacia la persona en absolutamente todo lo que hace (como gesto de agradecimiento y reciprocidad).
Ésta persona es muy talentosa para dibujar, está bastantes escalones arriba de lo que hago y por eso, cuando se fue, me dije que quería ser así.
Talentosa.
Que la gente me respetara por lo que hiciera.
Que alguien me dijera que deseaba tatuarse alguno de mis dibujos/diseños.
Tener personas que al ver mi trabajo, me reconocieran de inmediato.
Que tuvieran presente que no solo soy una persona que hace dibujitos, sino que tienen a una amiga en quién confiar.
Y demás estupideces.
¿Sabes qué es lo interesante de eso que acabo de mencionar?
Que sí sucedió.
Pasó el primer y segundo mes.
Atiborré de dibujos mi Instagram.
Dibujos que se iban superando uno al otro.
Pasó el tercer mes.
Tuve la oportunidad de vender lo que hacía en diferentes eventos.
Me di a conocer entre más gente.
Hablé con más artistas.
Me hice amiga de algunos y «socio» de otros.
Así, sucesivamente se ha ido el tiempo hasta llegar al día de hoy.
Que ya no he vuelto a dibujar algo grande, detallado, ni nada que se le parezca en ese cuaderno de espiral universitario con hojas blancas.
Puesto que estoy en ese lapso bello, divino, hermoso, en el que se me da más por escribir que por dibujar.
Prácticamente estoy como... Dividida por estaciones; x cantidad de semanas/meses dibujo y x cantidad de semanas/meses escribo.
... Ya se sabe, consecuencias de haber dividido esas cosas.

Ahora, para darle solución al último nudo que presenté, quiero explicar algo.
Hace ya bastante tiempo, tuve la oportunidad de hablar con ésta persona que mencioné y, la conversación fue algo así:
—Lo único que me hace feliz es saber que hice bien mi trabajo.
— ¿Tu trabajo?
—Sí –respondió con la voz quebrada–, ver que ahora te estás superando en esto del dibujo, que saliste de tu zona de confort, saber que no estás mal...
Y, también hace un tiempo, pude platicar con alguien que le conoce.
—La última cosa que me dijo sobre ti, es que estabas dibujando bien –dijo sonriendo.
— ¿En serio?
—Dijo algo así como: «creo que mi ausencia le ayudó a mejorar, porque sus dibujos son más bonitos que antes».
¿Quieres que te sea sincera, criaturita terrenal?
Pues no, su ausencia no fue lo que me ayudó a «mejorar» en ningún sentido.
Puedo decir que los dibujos que he hecho durante éste tiempo son pruebas de resentimiento, tristeza, dolor y resignación.
Juro por cualquier deidad existente o inexistente que jamás me había llegado a sentir así en la vida, nunca me había llegado a forzar a hacer algo como éste año.
Sí... Puede decirse que mejoré mi forma de dibujar y que publicaba de forma seguida para llamar su atención, para mantenerle en mi vida, para no dejarle ir, para que permaneciera conmigo no importando qué tan lejos me quisiera tener.

A fin de cuentas, ¿qué me mueve?
Pues, me sigue moviendo esa persona y su recuerdo.
Me sigue moviendo mi familia.
Me siguen moviendo mis amigos.
Me siguen moviendo todas esas personas que me quieren.

Me sigo moviendo yo.
Porque no importa de qué forma quiera ver o quiera tomar esto de hacer dibujos, puesto que es parte de mi vida, de lo que soy y voy a seguir haciéndolo hasta el día en el que deje de respirar.
No importando qué tanto golpe vuelva a recibir.
No importando qué tanto me vuelva a romper.


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