miércoles, 29 de junio de 2016

Te Quiero.

Muy buenas criatura terrenal.
¿Qué tal te encuentras? Yo espero que muy bien, a pesar de todo debemos continuar, ¿verdad? Así que, te deseo muchos ánimos sea cual sea la situación en la que te encuentres.

Sé que he dicho que soy una persona «falta» de sentimientos y demás (a veces lo digo, a veces). Pero todos solemos ocultar cosas de nosotros para evitar que nos consideren un ser débil. Nosotros queremos que los demás nos vean fuertes, capaces de lograr miles de cosas, demostrar que nada nos hace daño; pero se da el cliché de que sufrimos en silencio, que nadie nota nuestra sonrisa quebrada y que nadie hace algo por intentar entendernos.
Sí, conozco muy bien eso.
No es nada bonito tampoco pasar buena parte de la vida pensando en que alguien va a preguntarte «¿qué tienes?» cuando ni siquiera se te acercan a pedirte la hora (exagero, perdón).

¿A qué viene todo esto? ¿Tiene algo que ver con el título de la publicación?
Pues, creo que sí, no estoy muy segura.





*Aviso: Antes que todo, quiero aclarar que esta entrada es demasiado personal, tiene grandes partes de mi vida que siempre he querido dejar inmortalizados (y mi única forma posible -hasta ahora- será por éste medio). También, esto va dedicado a todas las personas que aprecio muchísimo (familia, amigos, conocidos y demás); pero en especial a alguien quién mencionaré al final de la entrada.





Cuántas veces no se lo dije... Quizás lo hice más de alguna vez por ser recíproca o por ser una buena persona; pero en serio lo quería.
¿Cómo no querer a alguien que también te quiere?
Es decir, me suena completamente estúpida la idea de fingir sentimientos. Sientes algo o no sientes nada. Es cruel e inhumano manipular a los demás con esa idea.
Le dije muchísimas veces que lo quería, que lo apreciaba y hasta que lo «odiaba con cariño» y a él no le molestaba porque también lo repetía.
Él fue de las primeras personas ajenas a mi familia a quienes quise mucho, muchísimo y nunca tuve el valor suficiente como para decírselo, claro que se lo demostré pero no precisamente como yo esperaba hacerlo.
A veces creía que era un chico irritante, molesto y hasta a veces hostigante, pero él simplemente no lo era, era otra de esas facetas que los humanos demuestran para ocultar su verdadero ser.
Me hacía muy feliz saber que era yo una de las primeras personas con las que podía contar en cualquier situación, también que me considerara su hermana. Era gracioso como me lo hacía saber, me llamaba de manera constante «chiquita». Él es mi «grandote».
Sé que su vida no fue todo como miel sobre hojuelas, no fue fácil, buena y mucho menos recibía ayuda cuando la necesitaba.
A veces yo también lloraba su sufrimiento, no sé por qué lo hacía en realidad. Probablemente era la completa empatía que sentía por él, por mi hermano, por mi amigo.
Nunca intenté dejarle solo, siempre que me buscaba, yo trataba de estar ahí para él. Bromeábamos, platicábamos de tonterías y hasta compartíamos tiempo juntos comiendo pizza, jugando videojuegos o yendo al cine.
Él decía que lo hacía (y que se comportaba de esa manera conmigo) porque yo merecía mucho más pero era todo lo que él podía hacer por mí...
¡Yo qué no hubiera hecho por ti, mi grandote!
Sé que no fui la amiga perfecta, la mejor persona para con él, no fui nada de eso; pero intenté dar lo mejor de mí para mantener esa bella amistad que teníamos y él lo sabía, él me lo agradeció esa última vez...
Nadie llegó a imaginarse que uno de sus tantos padecimientos fuera a llevárselo de forma tan temprana. No creí que él se había ido. Dije: «es todo una broma, claro, una horrible broma de mal gusto» pero recordé que él hacía poco me había contado que estaba enfermo, más que de costumbre y que tenía miedo a que algo le pasara, le dije que todo estaría bien, que confiara en que no sería algo de lo cual preocuparse.
¡Qué equivocada estuve al decirle eso!
Nunca me enteré claramente qué fue lo que llegó a arrebatarle la vida y eso es lo que me dejó consternada hasta hoy día.
No lloré al enterarme de su partida, no aceptaba por ninguna forma que él se había ido, me renegaba una y otra vez mientras leía los últimos mensajes que nos enviábamos. «¡Es que estaba bien, no entiendo qué demonios pudo haber pasado!» sonaba en mi cabeza.
Al cabo de dos días terminé derramando todas esas lágrimas que tenía retenidas por la negación. El recuerdo de la última vez que nos vimos se repetía una y otra vez, como un pequeño video; esto aumentó mi tristeza pero también la detuvo de pronto.
Me di cuenta que, a pesar que hace falta su presencia en este mundo, él ahora descansa y seguramente está en un lugar mejor; alejado de todo, de todos...
«¡Dichoso!», pensé de pronto porque él ya consiguió eso que tanto buscan los humanos, eso que no tiene significado.
Pasaron los días, las semanas y también un par de meses desde lo ocurrido.
Dos meses seguidos en los que ha llovido por las tardes en esa fecha.
Y, aunque él ya no esté, sigo diciéndole «te quiero» como lo haría todos los días, como lo hice la última vez que lo abracé y él bromeó con que quería tragarse mi suéter por su perfume.
Pero, estoy segura, de que esa no será la última vez.


Debido a esto, aprecio ahora más que nunca a todas las personas de mi alrededor.
Mi madre suele decirme: Debes valorar el tiempo junto a tus seres queridos ya que no sabes si esa será la última vez que vas a verlos.
He tomado eso como un pilar de vida, algo que me motive a continuar fortaleciendo las raíces de mis relaciones con los demás. Con todas esas personas a las que suelo querer.
Por eso le digo a los demás «cuídate»; no lo hago por cortesía o por parecer una buena persona, si no que lo hago por que en realidad me importa esa persona, porque me gustaría volver a verle, porque me gustaría volver a compartir unas cuantas palabras por mensajes o un par de horas a su lado.
Debido a esto, ahora más que nunca, le remarco mi cariño a los demás con un «te quiero»; aunque les parezca demasiado melosa o les «empalague» debido a lo mismo.
Pero esa es mi verdadera yo.
Y ya no temo demostrarme tal cual soy.


- Con todo mi cariño, para Gerson. Te quiero, mi grandote.







Te agradezco muchísimo tu estadía hasta el final de esta publicación, es algo que aprecio muchísimo.
Espero tengas el mejor de los tiempos divagando por ahí, cuídate mucho y espero podamos volver a leernos en una próxima entrada. Gracias nuevamente, hasta pronto.

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