«El tiempo, ¿qué es pues?
Un segundo, minuto, hora, día, semana, mes, año, lustro, década, siglo, milenio; todo unido en una pequeña palabra, algo a lo que no le tomamos la debida importancia. Algo que suele escaparse, salirse de control y a veces jugarnos «la vuelta». Cruel, sanador, resilente pero no repetitivo; se va y nada volverá a ser lo mismo luego de su partida. Le gusta tomarnos del pelo, jugar con nosotros y, cuando quiere, suele tener piedad de sus fieles esclavos.
Es un dios, es un todo y un nada; puede destruir y reconstruir cuanto quiera a su antojo. Si tuviera forma física todos le temerían y a su vez le amarían. No somos nada al intentar compararnos con él; él mueve todo, no sólo a los humanos, existe fuera de este planeta, existe en todo el universo. Continúa, prosigue siempre con la vista y el pensamiento hacia adelante. Jamás voltea la mirada hacia el pasado, aquello no ha sido nunca de su importancia.
A veces desearía (él) saber por qué los humanos gustan de recordar el pasado, de recordar lo que él fue una vez, de lo que no volverá a repetirse»...
Somos insignificantes en este vasto universo, no llegamos a ser todo lo que deseamos alguna vez; todo eso se pierde, se esfuma, se va al momento en el que partimos a la eternidad. Pero seguimos ilusionados con la idea de que muchas cosas pueden quedarse donde las dejamos, de que algo que hagamos perdure junto al tiempo, que siga ahí, que no muera... A pesar de que sabemos que alguien más vendrá y lo removerá todo.
Somos seres temporales.
Somos una partícula de polvo flotando en el aire.
Somos esa pequeña gota de rocío que se desliza con delicadeza por el pétalo de una flor.
Somos humanos, seres vivientes, existencias, almas...
Deseando con todas nuestras fuerzas poder ser algo más que un simple ser.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario