Me iba a saltar el saludo pero, no puedo.
Muy buenas las tengas, mejor las pases y peor no se vuelvan, querida criatura terrenal que pasa su tiempo leyéndome con fervor y cariño.
Bueno, ni tanto o no sé, pero agradezco que estés aquí nuevamente.
Te interesa el chisme de hoy, ¿verdad?
No te preocupes, a mí también me interesaría esto.
Volví, a como dije anteriormente, porque este tema no está como para quedarse flotando en el aire. Se agarra por los cuernos y se baila con él hasta que se canse, porque yo no tengo planes de hacerlo y mucho menos de rendirme.
Sin tanta vuelta, ahora me iré al grano, pero de antemano, gracias por estar aquí, en cristo mi hermano. xD
Ya quitando el chiste pendejo y la mala barra (ajsj, perdón), procedo a hablar del asunto.
☆ Advertencia: En esta publicación, encontrarás palabras obscenas o vulgares.
Si te desagrada leer eso, agradecería mucho que dejaras de leer hasta acá.
Esta es mi forma de expresarme, muchas gracias por la comprensión. ☆
Suelo padecer de insomnio desde hace ya muchos años y, debido a que no soy «apta» para volver a tomar medicamentos para dormir por tentativa de suicidio, no puedo hacer otra cosa más que pasar viendo videos en YouTube para matar tiempo hasta que los videos de algún creador de contenido me terminen durmiendo (por la tonalidad de su voz, esto es real).
Entre esas veces, resulté encontrando una video-crítica de un youtuber al que admiro mucho, llamado Woshingo, titulada: «El extraño caso de los hijos de famosos: Nepo Babies».
No es por lanzarle flores al wey que aparenta veinte años más a la edad que tiene y haber tenido tres divorcios, pero todo el contenido que realiza, es una maldita joya. Sus análisis y críticas son demasiado certeras, claras y pegan directo al centro de la diana.
El tema que trató en el video que comenté, me llamó muchísimo la atención, pero no nada más por que fuera relevante. Si no, por que a mí me tocó presenciar una mierda relacionada al maldito Nepotismo y «es clara prueba de que el Nepotismo sigue vigente».
Ahora voy al asunto.
Durante el tiempo que tuve trabajo el año pasado, me hice amiga y digamos que «confidente» de mi sub-jefe, Abel. Una de esas veces mientras platicábamos de las cosas que escribíamos, le terminé contando sobre mi novela «Una Mínima Esperanza» y el sueño que tenía de poder publicarla. Él, ni corto ni perezoso, me comentó sobre una convocatoria que estaba promocionando una editorial medianamente famosa e iba sobre novela escrita y remarco, únicamente, por mujeres de mi país. Dijo que sería bueno probar suerte, ya que el premio mayor del mismo concurso, era la publicación de la novela más cierta cantidad de dinero en efectivo (sin tomar en cuenta las entrevistas, las donaciones, el tener el libro en forma física, la fama, fortuna, todos esos pepinillos chirriantes, la plancha y el compañerismo (¿)).
k fue lo k dijo, don kangrejo¿...
Por supuesto, no me iba a negar a tal oportunidad y siempre mantuve la idea de que podía llegar a ganar. Soñaba con la posibilidad de poder entre mis manos, esa historia en la que había invertido casi nueve años de mi vida (para ese entonces). Trabajé por más de un mes en el formato establecido para la entrega de la novela. Traté de no contarle a muchas personas sobre mi participación por esa superstición de que: «si lo comentas, no se cumplirá»... Pasó el tiempo y aún faltaba quizá un par de meses para la entrega de resultados y tuve una bonita entrevista en una radio en línea, esto gracias a una amiga locutora; me preguntaron sobre mi libro y hablé muy poco del mismo, debido a que quería que todo quedara como una sorpresa.
El día llegó, se pasó incluso.
Si no es por uno de mis mejores amigos, ni me hubiera acordado de la fecha. Fue un infierno encontrar la página en dónde se había publicado el nombre de la novela/autora ganadora (por que solamente me enteré por lo que me contaron y por anuncios que había visto en la calle) hasta que, para mi desgracia, di en el clavo.
Olvidé la fecha de las premiaciones por cuatro días.
Cuatro. Malditos. Días.
Leí el nombre de la ganadora y de las que fueron «finalistas» para publicarse pero sin la remuneración económica. No estaba ahí.
¿Y sabes qué fue lo peor?
Que ya me lo esperaba.
Casi a los quince días de la premiación, me llegó un correo con toda la información que ya sabía junto a otras cosas que ya sabía. Quince estúpidos días. Eso fue horrible.
Mencioné que ya me esperaba no ganar, no por que sepa que tengo una suerte del carajo para casi toda esta clase de concursos estúpidos en los que participo para ver qué tan dulce o salada estoy, si no por algo llamado «nepotismo» y «compadrazgo».
Antes de enviar mi participación, pensé en la posibilidad de no ganar. Esto, debido a que, una de las instituciones que organizó tal evento, era la alcaldía de la ciudad (y se sabe muy bien que, si no se tiene suficiente dinero para chantajear a los jueces o los «conectes» necesarios dentro de tal institución, es casi imposible que se consiga lo que quieres [aquí sería ganar el concurso, obviamente]); aparte van las demás instituciones, claro.
Si me fuera posible compartir los nombres y los apellidos de las personas ganadoras, no sería ninguna sorpresa para quienes ya estamos acostumbrados a verles. Esos apellidos son conocidos hasta en las esquinas más recónditas del ambiente político y de servicios gubernamentales del país; con eso mismo, pude darme cuenta de que la equidad es algo que no existe aquí.
¿Por qué no darle la oportunidad a alguien más que no sea de ese mismo círculo meritocrático idiota que solamente gusta llenar de basura las mentes de la gente?, no lo digo porque mi novela sea la cosa más perfecta y maravillosa del mundo, si no por que hay otras personas con ideas increíbles gestándose entre su cabeza y las letras para poder hacer un cambio en la misma rutinita que tiene la literatura local.
Títulitos elegantes y hasta en otros idiomas, para obras vacías y carentes de sentido que siguen repitiendo el mismo esquema literario al que ya estamos acostumbrados. Claro, digo esto sin poner de cabeza o menospreciar a los pocos escritores de renombre de mi país (a los que todos toman como ejemplos a seguir).
Atando las cuerdas con tema de la video-crítica que comenté al principio; las personas ganadoras, por supuesto, son personas beneficiadas por el nepotismo heredado de sus padres y de la meritocracia que disfrutan al pertenecer en cargos públicos. El pan de cada día, la corrupción tan normalizada, la rutina de siempre. Probablemente, si me hubiera puesto a pensar mejor las cosas, ni siquiera habría nacido en mí la menor intención de participar (aunque sé muy bien que yo también tuve culpa, al dejarme cegar por la ilusión que tenía de publicar mi novela).
Por que, siendo muy honesta, a esta altura me he dado cuenta de que los proyectos literarios actuales (tomando de ejemplo a un par de escritores también compatriotas) solamente pueden darse a conocer si autopublican de manera independiente y consiguen poner en venta sus libros en algunas librerías pequeñas.
Y el correo respuesta que me enviaron, luego de haber participado, tenía al final un sequísimo «gracias por su participación».
¿Será que en algún momento, las grandes editoriales locales podrán ponerse la mano en la consciencia y darse cuenta que fuera de su círculo, hay personas con mucho potencial que esperan poder recibir un poco de apoyo para darle un aire fresco a la literatura?
Soy consciente de que la lectura de libros es algo que, día con día, ha ido disminuyendo de manera considerable. La manufactura cada vez se hace más cara al mismo tiempo que los materiales escasean y no es del todo sencillo ser un autor que autopublica su trabajo...
¿Qué nos queda?, más allá de compartir nuestro trabajo por medio de archivos .docx o .pdf, de comentar las ideas principales con alguien más de voz a voz, de soñar que hacemos una firma en la contraportada de una copia de nuestro libro por que alguien nos lo pidió...
El chiste siempre ronda de boca en boca, incluso a mí me ha caído la bola.
«De letras, de dibujos, de canciones, de sueños, no se vive ni se come...»
Pero, ¿no crees que sería bonito que realmente se pudiera vivir de lo que amamos hacer?
Quién sabe...
Por el momento, yo no sé un carajo.
Y creo
que ya ni me interesa.
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