jueves, 14 de septiembre de 2017

Guatemala, el país de la eterna y falsa primavera.

Antes de iniciar, quiero dejar en claro que en esta entrada utilizaré los localismos/chapinismos que normalmente abundan en mi léxico, de igual forma, si hay algún lector de otro país que no comprende estas palabras, le dejo aquí un pequeño listado de las mismas.


Y se dejó caer septiembre; es increíble como de un momento a otro se nos fueron de las manos otros nueve cochinos meses de otro año. Un año que, para bien o para mal, nos ha enseñado muchas cosas como población.
Es raro de mí que hable en plural porque no me gusta tomar a la mara como algo importante, todos me la pelan por completo. Siempre he sido yo y mis broncas, todos los demás era como si no existieran.
Hasta que tomé conciencia de mi "pequeñísimo" error.
Me burlé muchas veces de todas las tonterías que cometía el pueblo y que luego, con unas cuantas manifestaciones, ya creían que los políticos felices y contentos iban a estar renunciando a sus puestos que el mismo pueblo les asignó.
¡Más ahora que ya casi es quince de septiembre!
Ah, ¡chula la maravilla esta!
¡Todo mundo pierde la cabeza por los ciento y la madre de años que se lleva de ""independencia""!, lo peor del caso, ¡ya casi se alcanzan los doscientos años!; pero claro, no de independencia.
Casi son doscientos años de pura ignorancia y manipulación por parte de otros países.

Desde que somos niños nos inculcan el amor a la patria, a los símbolos patrios, a los monumentos históricos y a serle fiel a la bandera; nos contaron sobre la lucha de los pueblos indígenas contra los españoles, cómo los españoles fueron uniéndose con los indígenas y, al final de todo, cómo pudieron separarse [finalmente] de España para ser un país libre de dependencias de aquel reino del viejo continente.
Es tanta chingadera constante, que llega a ser aburrida y sin sentido cuando tomas las cosas desde otro punto de vista [el realista], ese que a nadie le gusta porque le da miedo aferrarse a descubrir cosas nuevas.
Todas estas costumbres "patrias" no tienen sentido de existencia; porque en realidad, nadie es al cien porciento patriota, hay muy pocos quienes aman realmente a Guatemala. Al resto no les importa o ignoran por completo la situación.
Supongo que, en una tierra utópica, lo primero que debería desaparecer es el odio, ¿no?, [éste abunda a mares aquí].
Por el mismo odio que había entre el pueblo, fue que terminó generándose el conflicto armado interno que duró por ahí eso de los treinta y seis años.
Y la gente sigue pensando que esto pasó solo por que sí...
En cada país, hay cierto número de familias a las cuales se les ha de considerar [o considera, yo que sé] como las que más tienen influencia en el país. Poseen inimaginables cantidades de tierras, tienen empresas importadoras/exportadoras por montones, son [prácticamente] los que tienen todo el poder sobre el país y están explotando al mismo. [Aquí entre nos', ellos han sido los causantes de muchas desgracias políticas y sociales en el país].
El ejemplo más cercano que tengo: nuestro querido y adorado alcalde que ha sido elegido un chorro de veces y nadie le quita su maldito puesto. ¿Por qué?, porque nadie va a poder quitarle a un oligarca su trono y corona que "con esfuerzos humildes" se ha ganado. Esfuerzos humildes y "la ciudad es como tú" será su madre. Es una de tantas pantallas que todos nos terminamos tragando.
Otro ejemplo; nuestro presidente [si es que se le puede llamar así a tremendo payaso]. Es la típica marioneta que los oligarcas, con ayuda de otros países, utilizan para ocultar las verdaderas intenciones que tienen preparadas para el país. ¡Mucho más ahora que el congreso está poniendo patas arriba el país legalizando la corrupción!
Esas intenciones que los otros tienen hacia nuestro país, como siempre, son malas. Por algo es que nunca pasamos de ser un país "sub-desarrollado". Estamos estancados aquí y, si buscamos superación, debemos ir a un país vecino para que validen y entiendan nuestras ideas, porque lo que hacemos es "demasiado" para las "pequeñas" mentes que tenemos.
Nos oprimen, nos fuerzan a trabajar para ellos, nos obligan a callar.
La mala costumbre del guatemalteco, ¡callarse!
Cuando más debemos defendernos y luchar por lo nuestro, nos quedamos callados esperando a que alguien más hable; pero nadie lo hace.
Nadie toma la iniciativa para cambiar algo de nuestra mísera situación y todo por esa idea del miedo a lo nuevo. Al principio nos hacemos los rebeldes anarquistas; pero a la hora de enfrentarnos a los demás, nos faltan huevos.
Y sí, está en nuestra sangre. Siempre hemos sido oprimidos.
Todo lo que nos contaron en el colegio y en la escuela es una completa mentira, nunca hubo una independencia sólida. Seguimos siendo dependientes de otros países, en especial de EUA, quien precisamente nos mira como si fuéramos su patio trasero.
En vez de unirnos, amar y luchar por lo que nos corresponde, nuestra patria, la mayoría de los habitantes del país se dejan ir en un maldito xenocentrismo y los hijos de cien mil putas siguen atascados ahí a pesar que esta tierra les ha aguantado toda la jodedera de años que llevan sobre ella.

Estos ciento ocho mil ochocientos ochenta y nueve kilómetros cuadrados de tierra no tienen la culpa; la culpa es del sistema asqueroso que oprime y no permite a la gente luchadora que vive en ella, superarse.

Y yo no pienso quedarme así, de brazos cruzados simplemente escribiendo esto, dando a conocer mi punto de vista. No pienso quedarme callada jamás. Odio la política en su maldita totalidad pero yo pienso luchar y defender a mi país hasta que mi cuerpo físico desaparezca.
Así lo dicta nuestro himno:


... a vencer o a morir, llamará.







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