martes, 8 de diciembre de 2020

Carta de Descontento.


Guatemala, Diciembre del 2020.


A quién interese.



El tiempo ha pasado y no se han tomado acciones sobre el asunto.
Es decir, ¿cómo se le puede reprimir a un pueblo por pedir y buscar aquello que le es completamente válido requerir? 
Es inútil el hecho de tratar de esconderse entre otras personas que le defiendan de manera agresiva por simples órdenes. Las piezas siempre caen donde deben de hacerlo, algunas veces es cuestión de paciencia... Otras, de usar la fuerza hasta conseguirlo.
Porque, todos lo sabemos bien, la maleza se debe de arrancar de raíz.
No hablo desde mi punto de vista, no trato de hacer las cosas desde el «hígado», ni siquiera trato de enfocarme en una de esas ramas políticas que terminan por dividir de maneras estúpidas a los demás. Hablo desde la lógica, lo real, lo que es exageradamente obvio pero todos ignoran por una u otra razón; pero por sobre todas las cosas, por miedo.
Esa sensación que consigue hacer de menos la opinión de un pueblo ante un grupo «poderoso» y haciéndoles pensar que aquello que hacen y/o piensan es una ridiculez, algo sin sentido o que no tendrá un beneficio (entendiendo que ese «beneficio» es solamente para ellos y no para el resto de las personas).

Éste es un problema que ha aquejado a Latinoamérica hace muchas generaciones.
Pero cada país trata de abordarlo de la forma que puede... Y se le permite.
   - Hablo, específicamente y por si no se da a entender, sobre la corrupción.
Se nos ha tachado como ese grupo de mano de obra barata, como una tierra rica para la explotación y recaudación de beneficios propios, sin el interés de aquello que pueda surgir y «dañar» la estructura de sus funciones; ya que si, alguien habla, es fácil aparentar que desapareció o cometió suicidio.
Nos ven como guijarros en el zapato, cosa sencilla de solucionar.

Pero, en realidad, todo esto llega a cansar.
Sobre todo a nosotros, que de nuestra costilla sale todo lo que consumen, lo que les viste, lo que les protege, lo que les da calor en las noches o lo que les refresca durante el día.
¿Acaso no es justo luchar por que haya, tan siquiera, un poco de igualdad?
Y sé muy bien que mis palabras no abarcan ni una micra de la primera cuarta parte de los motivos de lucha que tiene el pueblo, porque sé muy bien en qué clase de situación nos encontramos y, siendo realistas, es algo que las «cabezas» no pueden soltar tan fácil si no tienen o sienten la presión de alguien mucho más grande que ellos. Sin ir tan lejos, podemos mencionar a ese país primermundista que ni siquiera sabe que existimos porque pretenden que somos parte de ese otro país vecino del sur.

Lo peor.
Tener esas estrategias tan sucias que, de forma tan sencilla, consiguen poner al pueblo en contra del pueblo. 
Que derecha, que izquierda, que conservadores, que extremistas, que manifestar cantando y tomándose fotos, que manifestar con rigidez y manejando frustración.
Que se forme una especie de guerra civil en contra de todos aquellos que no están de acuerdo a las actitudes que están tomando esas personas ineptas que piensan que «gobernar» un país es comer bien las veinticuatro horas y no hacer más que enseñar la cara para que los demás no sepan que se está robando ese dinero que es para beneficio y mejoría del pueblo.
¿Y usted cree que, con esas palabras mágicas de «se desmantela el treinta y uno de diciembre» todo se va a acabar?
¿Dónde queda todo ese dinero que todas esas personas se llevaron sin haber trabajado como tal?, ¿dónde queda todo ese dinero que debería de utilizarse para renovar y construir verdaderos hospitales?, ¿dónde queda todo ese dinero que debería de invertirse para mejorar el sistema educativo del país?, ¿no se suponía que eso estaba en su plan de gobierno?
El resto del chiste se cuenta solo.
Claro, ellos han de pensar que las personas se olvidan de lo que se habla en los mítines políticos, nadie va a tener tan buena memoria como para recordar lo que se dice porque son felices solamente recibiendo la comida, los beneficios de afiliación, la ropa y otra propaganda con la que se compra a los demás... Pero hay quienes lo recordamos y, por ende, eso hace que la llama se encienda aún más.
En especial si se trata de un año como el 2020 en el que se da una emergencia sanitaria mundial que «no pueden manejar adecuadamente ya que los demás no hacen caso» y ellos no hacen nada más allá que aprovecharse de la situación para agregar más números a sus cuentas bancarias.

Es más, ¿por qué se trata de minimizar la opinión o de ridiculizar el pensamiento de un joven adulto?
Las nuevas generaciones asustan a todos los que no se quitan la corona de la ridiculez y aún viven en el año 1800 porque tienen un pensamiento completamente distinto y que no sigue viejos patrones, todos lo sabemos pero algunos no están conscientes de eso y... Claro, no tienen ni la menor idea de qué esperar de ellos.
Saben que son personas que están despiertas, a las que no se les puede dar «atol con el dedo» porque lo van a escupir de vuelta.
Y eso les asusta.
Les asusta tanto que lo ridiculizan, tratan de disminuirlo, destruirlo hasta desaparecerlo por completo, no importando qué medios se utilicen, con tal de mantener los acostumbrados sistemas.
Pero aunque lo intenten, no podrán lograrlo.
Hay muchas más personas que saben lo que realmente está pasando y no se dejarán vencer por nada; tienen muy presente que el miedo es de las herramientas más viejas que existen para manejar a las masas.
Y en esos juegos baratos, no cae cualquiera.



 Ahora, toca hablar un poco de mí.
Sé muy bien que soy tachada como una lacra de la sociedad por cómo me visto, por cómo actúo, por lo que pienso y por cómo me expreso. Entiendo bien que por eso mismo no le agrado cierta gente al momento de hablar de estas cosas, porque no soy quién para estar parada frente al palacio nada más para tomarme fotografías y cantar el himno. Ésta vez no se «cuenta» con la presión de la embajada Estadounidense como en el 2015, al contrario...
Siempre me ha parecido ridícula la idea que tiene la mayoría de la gente sobre los estudiantes de la universidad pública del país. Que son «bochincheros», «bolos», «extremistas», «exagerados» y todo ese otro montón de peyorativos que nos tienen por unos tantos individuos que realizan actividades que CUALQUIER otra persona haría a lo largo o en cualquier momento de su mísera vida.
Lo que me molesta de esto es, justamente, lo que acabo de mencionar.
El contexto es el siguiente:
   Sábado cinco de diciembre, cinco y tanto de la tarde. No hacía más que estar fuera de todo el ajetreo del centro a unas cuantas cuadras lejos del mismo. Me encontraba esperando a mi hermana fuera de un centro cultural cuando seis policías (cinco hombres y una mujer) me emboscaron sin estar haciendo algo que infringiera la ley. Me revisaron, revisaron mi mochila y me pidieron mi documento de identificación. Veían constantemente y con desprecio mi sudadera (que tiene el escudo de la universidad pública [ya que fue parte de la ceremonia del cierre de pensum]), uno de ellos tenía la mano derecha sobre las esposas que llevaba. Tomaron mis datos sin decir una sola palabra y me tomaron una fotografía estando de espaldas a la pared mientras los veía. Ninguno de ellos tenía una placa que les identificara o el nombre bordado en sus trajes como se «supone» que todo policía debe llevar. Entre los mismos empezaron a rotarse mi documento de identificación, uno incluso le tomó fotografía (suponiendo que era para revisar antecedentes en alguna base de datos)... Hasta que lograron conseguir algo y sucedió la siguiente conversación.
  No parece usted.
  ¿Por qué lo dice?
  En la foto de aquí se ve más morena.
  ¡Sí!, ni siquiera tiene el mismo pelo.
  Con todo respeto, déjenme decirles que sí soy yo, cuando era joven estaba loca y me cortaba el cabello cada que podía. Además, me veo más morena porque salía, ahora con esto a cualquiera se le aclararía la piel, ¿no creen?
La policía me dio la razón, el resto de policías no estaban convencidos.
  Si creen que estoy aquí porque me estoy escondiendo de ustedes por haber estado en la manifestación, están muy equivocados; espero a que mi hermana salga de esa puerta desde hace veinte minutos.
Uno de los policías me devolvió mi documento de identificación personal viéndome molesto.
  No se preocupe, seño, es solo una revisión de rutina.
  ¿De rutina y tomándome fotos sin pedirlo?
  Es para evidencia.
  ¿De qué?, ¿de que están atacando a su propia gente?... Ya tuve suficiente, que tengan buena tarde.

Entiendo que a la gente le zafa los cables el hecho de que muchas de estas manifestaciones las estén organizando estudiantes universitarios y que, por eso mismo, se esté tratando de sabotear mucho del sistema educativo superior para que la persona no genere un pensamiento crítico y simplemente obedezca a lo que dicen los que están más «arriba».
Por eso, ese mismo día, en un medio de comunicación se publicó que desde las tres de la tarde se habían estado intentando hacer detenciones en contra de distintos estudiantes universitarios (ya que esa fue la mayoría de la población que asistió a la manifestación). Ese grupo era la diana de la policía durante ese día y, para mi no suerte, iba a irme ahí.
Hace años (entre la década de los setenta y ochenta) también existía éste y otros tipos de represión hacia el estudiantado universitario, llegando incluso a la violación de los derechos humanos, secuestros y asesinatos.


 Ésta, aunque no lo parezca, es una carta de descontento.
Me molesta la situación en la que vivo, el sistema asqueroso que se está desenvolviendo con libertad en mi país, las prioridades que tienen esos poderes estatales corruptos, que no se tome en serio las solicitudes del pueblo, que se minimicen las luchas que se dan todos los días y cada sábado en la plaza central, que se vea al estudiante como un obstáculo para la obtención de recursos de manera sucia e injusta, que las personas no cambien su forma de pensar por más que sea necesario, que esa parte indiferente del pueblo siga creyendo que ésta es una lucha que solo le compete a unos tantos, que entre todos exista un odio irracional por x o y razón, que el presidente y la bola de corruptos que le secunda no dé la cara como tal y ni siquiera sientan vergüenza por lo que están haciendo.

Es horrible saber que cuentas con libertad de expresión
pintada con témperas.
Porque, si investigas, si escribes, si te informas, si buscas y luchas por soluciones; es muy probable que, así como sucedió en el pasado, por expresarte una vez ya no puedas hacerlo de nuevo.
Pero ese es el sentido de escribir, de hablar, de expresarse en general.
Saber que un punto de vista, un pensamiento, una idea está llegando a otras personas y tu voz se une a la de los demás que, así como tú, saben que puede existir un cambio y esas amenazas son nada cuando las palabras llegan a calar.
Hay esperanza en que, por escribir, se pueda conseguir el despertar de los demás.

Claro, duele ver al país de esa forma.
Y buena parte de la población no se mueve para ganar la pelea... Pero a pesar de las mentiras, los golpes, las bombas lacrimógenas, el fuego, el estrés, el temor y la sangre; alienta saber que hay personas que luchan por un justo bien, se mantienen, siguen y resisten hasta el final.



Jannelies G.



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Todas las fotografías pertenecen a sus respectivos autores.
Fuentes: Facebook y Twitter.
Noviembre del 2020.

 

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